Palabra despectiva con la que en algunos países latinoamericanos se designaba en el siglo XIX a los conservadores o a quienes pretendían calidades nobiliarias, en obvia referencia a los miembros de la nobleza europea de la época del absolutismo monárquico que solían usar peluca, o sea cabellera postiza.
La palabra fue acuñada en Chile en los años 20 del siglo XIX por los grupos liberales y laicos para referirse a los miembros del Partido Conservador, de larga trayectoria política en la defensa de los principios religiosos del catolicismo, de los privilegios del clero y de los intereses de las altas capas sociales chilenas. Se la utilizó mucho a mediados del siglo por los opositores al gobierno conservador autoritario de Manuel Montt.
“Pipiolos y pelucones” es el título de la novela histórico-política publicada en 1876 por el escritor chileno Daniel Barros Grez (1834-1904), en la que recogió esos dos viejos chilenismos, actualmente en desuso: pelucones y pipiolos. Por esos años, se llamaba “pelucones” a los miembros de la alta clase social adinerada, que había ejercido una larga y severa influencia sobre el poder en Chile, y “pipiolos”, a los hombres de las capas medias y bajas. Pero la palabra “pipiolos” era usada por los “pelucones” con connotaciones displicentes: hombres sin posición fija, inquietos y movedizos, a quienes los tildaban de “arribistas”. Se decía en el Santiago de Chile de aquellos años que quienes entraban al céntrico y concurrido café del español Barrios, situado en la calle Ahumada, y pedían jamón, chocolate o coñac, eran pelucones; y quienes solicitaban cosas de poca sustancia y bajos precios, como chicha o ponche, eran pipiolos.
Había, pues, una frontera económico-social entre ambos sectores.
En 1849 unos pipiolos se agruparon en el Partido Liberal y otros optaron por organizaciones más radicales, como la Sociedad de la Igualdad, de orientación socialista, fundada en 1850 por Santiago Arcos y Francisco Bilbao, a quien se atribuye haber sido el primero en utilizar la expresión América Latina para denominar a las tierras descubiertas por Colón y el gentilicio “latinoamericano” para calificar a los países y gentes colonizados por España, Portugal y Francia.
El uso de la peluca fue una moda que se inició en Francia y se extendió luego por todas las cortes europeas. Hacia 1660 la adoptaron hasta los militares y los eclesiásticos, no sin la protesta de algunos de ellos, como el abate Thiers, que escribió un libro contra los abbés perruqués.
En esos tiempos emularon los peluqueros en la confección de las mejores pelucas, que ennoblecieron las cabezas cortesanas por los opulentos salones reales.
Como los “pelucones” europeos fueron monárquicos y partidarios del ancien régime, este nombre se adoptó en Chile y en algunos países de Latinoamérica para designar a quienes en nuestras tierras profesaban ideas políticas parecidas.
El diccionario de la Real Academia Española trae la palabra “pelucona” para significar, en el ámbito monetario, “onza de oro, y especialmente cualquiera de las monedas acuñadas con el busto de uno de los reyes de la casa de Borbón, hasta Carlos IV inclusive”.