Es la relación de valor de la moneda de un país con la de otro en el mercado de cambios. Allí se establece —por decisión de la autoridad monetaria o por acción de la oferta y la demanda, según el sistema imperante— el tipo de cambio, o sea el número de unidades de una moneda, o la fracción de ella, que son necesarias para adquirir otra. Esta es la paridad cambiaria.
El concepto de la paridad fue desarrollado en 1916 por el profesor sueco Gustav Cassel (1866-1945), uno de los más lúcidos exponentes del pensamiento económico del siglo XX, para explicar el cambio de las divisas en función del poder adquisitivo de ellas. Sostuvo que si una libra esterlina, por ejemplo, puede comprar el doble que el dólar norteamericano, la paridad es de dos dólares por una libra. En consecuencia, el proceso inflacionario desatado en un país conspira contra el poder de compra de su signo monetario y, por ende, deteriora su paridad cambiaria con respecto a las otras divisas.
El concepto de paridad es indispensable en las transacciones internacionales, porque las monedas locales sólo tienen poder liberatorio en el ámbito territorial de su Estado. Luego las deudas hacia el exterior no pueden pagarse en ellas y tienen que convertirse en divisas del país acreedor o en divisas fuertes que éste las acepte.
El tipo de cambio —juntamente con el tipo de <interés, el salario y el precio de las cosas— es uno de los grandes precios de la economía. Es el precio de la <divisa. Los sistemas económicos de tendencia neoliberal dejan que el mercado los fije, de acuerdo con la ley de la oferta y la demanda, pero los sistemas socialistas asignan a la autoridad pública la facultad de señalarlos o, al menos, controlarlos.