Expresión inventada por el intelectual yugoeslavo Milovan Djilas —con la cual tituló a uno de sus libros: ”The New Class” (1957)— para designar a la clase dominante que emergió de la dinámica de los acontecimientos sociales, económicos y políticos en la Unión Soviética, después de la revolución de 1917.
El político y escritor marxista yugoeslavo sostuvo que en las sociedades comunistas había surgido una nueva “clase explotadora”. Esa clase fue la burocracia, incrustada en el <aparato del partido comunista y del Estado. Ella es —afirmó Djilas— “la que usa, administra y controla oficialmente tanto la propiedad nacionalizada y socializada como la vida entera de la sociedad. El papel de la burocracia en la sociedad, es decir la administración monopolista y el control de la renta y los bienes nacionales, le da una posición especial privilegiada”. Y añadió: “La propiedad no es sino el derecho al beneficio y la dirección. Si se definen los beneficios de clase por ese derecho, los Estados comunistas, en último análisis, han visto el origen de una nueva forma de propiedad, o de una nueva clase gobernante y explotadora”.
Esa nueva clase en los países marxistas estuvo primordialmente constituida por los “apparatchik”, es decir, por los miembros y manipuladores del “apparat” del Estado y del Partido Comunista. Encumbrados burócratas estatales, militares de alto rango, jerarcas del partido y tecnócratas importantes formaron parte de la “nueva clase” dominante que insurgió del proceso revolucionario de octubre.
Los ciudadanos comunes, los trabajadores y los campesinos se mantuvieron como clase dominada. Pese a sus esfuerzos, el >marxismo no pudo terminar con la escisión de la sociedad en clases. Suprimió las clases tradicionales de la sociedad capitalista pero las sustituyó por otras. Las confrontaciones sociales perduraron. La “dominación del hombre por el hombre” siguió su marcha. Y, a pesar de la revolución, continuó siendo verdadera la afirmación del <Manifiesto Comunista de que “la historia de toda sociedad humana, hasta nuestros días, es la historia de las luchas de clases”.
Esta nueva clase, constituida por la <elite que se consolidó en torno a la dirigencia comunista, a la encumbrada burocracia del Estado y a la oficialidad militar de alto grado, tuvo a la postre las mismas características de la clase dominante en el capitalismo: mando político, dominio económico, imposición cultural, acumulación de privilegios, explotación al trabajador.
Las experiencias históricas recientes demuestran que, por obra de un proceso de sucesivas suplantaciones —en el cual el partido comunista sustituyó a la clase obrera, el <aparato al partido y los dirigentes al aparato—, el poder terminó en manos de unos pocos y encumbrados dirigentes que tomaron las decisiones “en nombre” del proletariado pero sin su presencia. Esa cúpula de dirigentes concentró no sólo los mecanismos de la autoridad política sino también los instrumentos de la producción económica.
Con el surgimiento de esta nueva clase dominante, como es lógico, nació también un nuevo dualismo en las sociedades marxistas: burócratas y ciudadanos. Los primeros con todo el poder político y económico en sus manos y los ciudadanos rasos sin más posibilidad alternativa que la obediencia.
Esta fue la nueva dualidad creada por las interpretaciones estalinistas del marxismo. De modo que a las confrontaciones históricas señaladas en el Manifiesto Comunista —hombre libre y esclavo, patricio y plebeyo, barón y siervo de la gleba, maestro y oficial del gremio— bien pudiera agregarse la de burócratas y ciudadanos.