Desde la perspectiva mecánica, el péndulo es un cuerpo grave que oscila en vaivén, suspendido de un punto por un hilo o una varilla. Se utiliza la expresión “ley del péndulo” para señalar las oscilaciones que se producen en las preferencias políticas y electorales de los pueblos. Unas veces votan por la izquierda y otras por la derecha, en un vaivén que tiene un cierto ritmo y regularidad —e, incluso, una cierta previsibilidad— en los países que carecen de partidos políticos hegemónicos. En Estados Unidos, por ejemplo, suelen triunfar alternadamente demócratas y republicanos. Lo mismo ocurría en los países nórdicos de Europa con los socialdemócratas y los conservadores, antes de que se rompiera el bipartidismo. Es el imperio de la llamada ley del péndulo. Cansados o desilusionados de un líder o de un partido en el poder, los electores buscan en las fuerzas de oposición la opción alternativa. Así se produce el movimiento pendular.
La “ley del péndulo” o el “efecto péndulo” es una forma gráfica de referirse al movimiento dialéctico que suele producirse en la vida política. Con frecuencia en ella se expresa la ley mecánica que determina que a una acción corresponde una reacción contraria de fuerza equivalente. Esto produce una oscilación de las cosas políticas de un lado al otro, que con frecuencia se expresa en el ámbito electoral. Gana una elección un partido y la próxima la gana su contrario. Alternan oposición y gobierno. Esto se ve claramente en los países en los que no hay una fuerza política hegemónica y en que funcionan sistemas bipartidistas.
Este bamboleo se explica, a mi modo de ver, porque las circunstancias de orden político, económico, social o de cualquier otra clase configuran progresivamente, entre un proceso eleccionario y el siguiente, ciertas condiciones que favorecen a una determinada solución electoral. Los requerimientos populares van moldeando caprichosamente un espacio, que no puede ser llenado más que por una de las propuestas electorales. Al estilo del juego infantil, que consiste en componer una figura con una multitud de piezas de cartón o madera, de formas caprichosas, los procesos electorales se parecen a un rompecabezas incompleto, al que falta una sola pieza. En el lugar vacío no puede entrar sino la pieza que tiene la forma requerida. Ninguna otra cabe allí. Después de un período de tormenta los pueblos ansían la paz y no dan sus votos a quien no creen que pueda traerla. Después del desorden quieren disciplina social, después de la corrupción anhelan la honestidad, después del libertinaje desean una autoridad fuerte, después de la abulia gubernativa quieren acción. Así, por contraste, se van dibujando en cada oportunidad los anhelos populares y se configura la caprichosa forma de la pieza que falta al rompecabezas electoral. Los pueblos se vuelcan en búsqueda de la persona que, en cada tiempo, satisface esas demandas. Y aunque, obviamente, no se trata de un determinismo ni de una fatalidad sino sólo de una posibilidad, la verdad es que de las varias opciones propuestas solamente una o unas pueden adecuarse con precisión al espacio señalado por las circunstancias. Los esfuerzos de la >propaganda política apuntan precisamente a dar a los candidatos una imagen compatible con las demandas del momento.
Esto explica el movimiento pendular de las decisiones electorales en los diferentes períodos. Unas veces el pueblo se inclina por un hombre de paz, otras por uno enérgico, en unas ocasiones da su voto por las tesis de la izquierda y en otras por las de la derecha, dependiendo de los antecedentes y las circunstancias.
En todo caso, a esta oscilación de las fuerzas políticas, que es un fenómeno que se presenta con cierta frecuencia en la vida pública, suele llamarse ley del péndulo por su semejanza con el movimiento de la pieza del reloj.
No siempre los analistas encuentran una explicación racional a estas reacciones populares. Es que la movilidad electoral responde, en gran medida, a las circunstancias de cada momento. Oscila de un lado al otro como el llamado péndulo de Foucault —construído por el físico francés León Foucault (1819-1868) para demostrar experimentalmente el movimiento de rotación de la Tierra— que se bambolea rítmicamente suspendido de la bóveda principal del Panteón de París.