Es una locución con la cual se quiere decir “rehuir responsabilidades”.
Cuenta la historia sagrada del cristianismo que Jesús fue entregado al juez Poncio Pilato bajo la acusación de pervertir y alborotar al pueblo, prohibir el pago de los tributos al César y proclamarse rey de los judíos. Todos estos eran cargos sediciosos en el Imperio Romano. Después de interrogar al reo, Pilato expresó que ningún delito había encontrado en él. Y para tratar de salvarlo preguntó a la multitud si prefería que liberase al conocido y sanguinario malhechor llamado Barrabás o a Cristo. Supuso que el pueblo optaría por la libertad de éste. Pero no ocurrió así. El pueblo congregado gritaba a una voz: "¡crucifícalo y suéltanos a Barrabás!” Pilato insistió en que Cristo era inocente. La muchedumbre entonces empezó a gritar: “¡crucifícalo!”, “¡crucifícalo!” Ante lo cual Pilato decidió condenar a este hombre a la crucifixión. Pero antes, en gesto teatral, se lavó las manos y exclamó: “no soy responsable de la sangre de este justo; allá vosotros”.
Este es el origen de la expresión “lavarse las manos”, con la cual en la vida política se suele señalar la elusión de responsabilidades por hipocresía o pusilanimidad.