El Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) ha incorporado desde 1990 una nueva fórmula para medir el grado de desarrollo humano de los países, en vista de que el >producto interno bruto (PIB) no sirve para este propósito porque no refleja las realidades profundas de las sociedades.
Acudió entonces al índice de desarrollo humano (IDH) que incorpora nuevos elementos a la medición y que combina indicadores cuantitativos y cualitativos. Esta nueva fórmula pretende ser una medida del bienestar de un pueblo, de sus condiciones integrales de vida, de su índice de felicidad. Ella contiene un summum de elementos diversos que forman la calidad de vida humana. Comprende tres componentes básicos: longevidad, conocimientos e ingreso. La longevidad se mide por la esperanza de vida al nacer que tiene cada persona. Los conocimientos se calculan por el nivel educacional, la alfabetización de adultos y la tasa combinada de matriculación primaria, secundaria y terciaria. Y el ingreso, por el caudal dinerario que percibe periódicamente cada familia, aunque no garantiza por sí solo una mejor calidad de vida. El ingreso alto es siempre una mera posibilidad de vivir mejor que depende del uso que las personas den al dinero.
Con esta fórmula se ha descubierto que no existe necesariamente una relación directamente proporcional entre ingreso y desarrollo humano. Colombia, Costa Rica, Chile, Guayana, Madagascar y Sri Lanka —anota el PNUD— han logrado reflejar el nivel de su ingreso en las condiciones de vida de sus habitantes, y aun puede decirse que el progreso humano ha superado el nivel de sus ingresos, pero en otros países —como Angola, Arabia Saudita, Argelia, los Emiratos Árabes Unidos, Gabón, Guinea, Libia, Namibia, Senegal y Sudáfrica— su renta nacional va por delante del desarrollo humano de su población.
Esto demuestra que no siempre el nivel de ingresos de un país significa un avance en términos de desarrollo humano.
Con base en esta nueva fórmula el PNUD, en su informe del 2015, clasificó a los países en función de sus índices de desarrollo humano. Según este cuadro —que comprende 188 países—, Noruega estaba en el primer lugar, seguida de Australia, Suiza, Dinamarca, Holanda, Alemania, Irlanda, Estados Unidos, Canadá, Nueva Zelandia, Singapur, Liechtenstein, Suecia, Inglaterra, Islandia, República de Corea (Surcorea), Israel, Luxemburgo, Japón, Bélgica, Francia, Austria, Finlandia, Eslovenia, España y los demás países.
Por cierto que este cuadro experimenta pequeñas variaciones a través de los años. Los países desarrollados se turnan en los primeros lugares.
De todas maneras, se nota muy claramente que el escalafón, en función del desarrollo humano, no coincide con el del producto interno bruto (PIB). Hay países que están adelante en la medición cuantitativa (PIB) y postergados en la cualitativa (IDH). Lo cual quiere decir que la distribución de su ingreso no es eficiente o que los recursos no están empleados en concordancia con las prioridades humanas.
En América Latina y el Caribe el país mejor situado fue Argentina, que ocupó el puesto 40, seguida de Chile 42, Uruguay 52, Bahamas 55, Antigua y Barbuda 58, Panamá 60, México 61, Costa Rica 62, Granada 63, Trinidad y Tobago 64, Cuba 67, Costa Rica 69 y los demás países de la región. Los más atrasados fueron: Haití 161, Santo Tomé y Príncipe 144, Guatemala 133, Nicaragua 129, Honduras 120, Guyana 118, Paraguay 111 y Bolivia 108.
En el contexto mundial los países más rezagados fueron: Níger 188, República Centroafricana 187, Eritrea 186, Chad 185, Burundi 184, Burkina Faso 183, Guinea 182, Sierra Leona 181, Mozambique 180, Malí 179. Todos situados en África.
Para formular este escalafón del IDH el PNUD ponderó el progreso medio de los países en tres aspectos prioritarios del desarrollo humano: a) vida larga y saludable para su población, medida a través de la esperanza de vida al nacer; b) educación, medida a través de la tasa de alfbetización de adultos y la tasa bruta combinada de matriculación en nivel primario, secundario y terciario; y c) nivel de vida digno, medido a través del producto interno bruto per cápita.
En muchos países hay diferencias de desarrollo humano entre los grupos étnicos de la población. Unos grupos tienen indicadores menores que la media general. Con frecuencia la desventaja se inicia en el momento de nacer. Es singular el caso de los Estados Unidos: si sólo se tomara en cuenta a la población blanca, ese país ocuparía el primer lugar en los índices del desarrollo humano, pero si sólo se contabilizara a la población negra, bajaría al puesto 31.
Algo parecido ocurrió con la Sudáfrica del <apartheid: su índice de desarrollo humano global, según cifras de 1994, fue 0,650 puntos. Pero éste se formó del promedio de 0,878 que tenía la población blanca y de 0,462 la población negra. Por tanto, si sólo se tomara en cuenta a los blancos Sudáfrica estuviera en el puesto 24 del escalafón mundial, inmediatamente después de España; pero si sólo contaran los negros, bajaría al puesto 123, inmediatamente antes del Congo.
Pero estas disparidades e incongruencias se dan no solamente con relación al factor étnico, como en el caso de Estados Unidos y la República Sudafricana, sino también con relación a las diferencias entre hombres y mujeres y a las desigualdades regionales.
En Brasil, Nigeria, Egipto, China, Alemania y Polonia las disparidades regionales son dramáticas. Si sólo se tomaran en cuenta las zonas más atendidas esos países estarían mucho mejor situados en el cuadro mundial, del mismo modo que bajarían enormemente en función de las regiones postergadas.
Un caso peculiar es el de Alemania a raíz de su unificación. Los índices de desarrollo humano son aún muy diferentes entre la Alemania Occidental y la Alemania Oriental, no tanto en cuanto a esperanza de vida y educación sino en lo concerniente al ingreso, que en la parte occidental es tres veces y media más alto que en la parte oriental. Sin embargo, dado que no existen diferencias apreciables en la capacidad humana —aunque sí en cuanto a los conocimientos tecnológicos— esas diferencias se borrarán con el tiempo.
El desarrollo humano está dado por la atención a las necesidades básicas de la población. Los indicadores tradicionales, todos ellos de carácter cuantitativo, no son hábiles para medir el grado de bienestar.