Los economistas norteamericanos —Walt W. Rostow (1916-2003), entre ellos— acuñaron en el siglo pasado la expresión “take off” para significar que la economía de un país experimentaba un crecimiento lo suficientemente rápido y sostenido que le permitía levantar vuelo y alejarse de su anterior condición de subdesarrollo. La expresión la tomaron de la aeronáutica, en donde se la usa para señalar el momento en que un avión, después de alcanzar en la pista la llamada velocidad V-R, adquiere las posibilidades de sustentación en la atmósfera y comienza su ascenso.
Por similitud con este fenómeno los economistas norteamericanos, primero, y más tarde los latinoamericanos, empezaron a decir que una economía “despega”, es decir levanta vuelo, se eleva, se desprende del subdesarrollo, cuando sus indicadores fundamentales demuestran que ha cobrado una determinada velocidad de movimiento y el suficiente dinamismo autosostenido que le permiten “volar sola”, con base en su propio impulso.
En esas condiciones la economía puede romper el denominado “círculo vicioso del subdesarrollo” y entrar a la fase del desarrollo. Las condiciones del despegue se dan cuando el conjunto de elementos subjetivos de la economía —educación, formación de recursos humanos, mentalidad y hábitos de progreso— en combinación con los elementos objetivos —adelanto tecnológico, infraestructura económica, disponibilidad de capital, productividad, recursos— han alcanzado un cierto nivel de evolución.
Fue el economista norteamericano Walt W. Rostow uno de los que más sistemáticamente ha estudiado el tema del desarrollo. Lo entendió como el proceso de avance rápido y estable de una economía. Distinguió en él cinco etapas, a la manera de una “carrera de obstáculos”. Su punto de partida fue la sociedad tradicional —de estructura productiva muy limitada, donde los cambios se procesan lentamente, con un nivel de productividad muy bajo, la mayor parte de la población dedicada a las faenas agrícolas, movilidad social incipiente— hasta llegar a la quinta etapa, que el economista norteamericano llama “la era del consumo en masa”, en que se produce una enorme <acumulación de riqueza que generalmente se canaliza hacia una política de poder e influencia en el exterior y el consumo en gran escala. En el curso de este proceso, es en la tercera etapa de Rostow en que se inicia el despegue gracias a los cambios cualitativos que ocurren tanto en las estructuras económicas de la sociedad como en el comportamiento de sus miembros.
Dice Rostow que para el despegue son necesarias tres condiciones: la elevación del coeficiente de la inversión productiva, la implantación de industrias que se expandan a ritmos acelerados y la presencia de un aparato político y social moderno.
En concepto de este economista, el despegue obedece en todo caso a un impulso súbito y brusco que puede originarse en el plano político —como en el caso de una >revolución que modifique los equilibrios del poder y abra paso a la sustitución de los grupos tradicionales por los grupos progresistas— o en el plano de la tecnología o de las relaciones internacionales, con hechos que permitan a una economía dar el gran salto hacia adelante.
Los estudios económicos han señalado, como la época del despegue de las economías de los principales países industriales: Inglaterra 1773-1802, Francia 1830-1860, Japón 1878-1900, Estados Unidos 1843-1860, Alemania 1850-1873, Suiza 1868-1890. En esas épocas ellos abandonaron el subdesarrollo con ayuda de la industrialización y de la captura de mercados de exportación para sus productos.
Sin duda, no obstante el avance tecnológico, el despegue de los países subdesarrollados de hoy resulta mucho más difícil de lo que fue, a fines del siglo XIX y principios del XX, para los países desarrollados. Esta dificultad radica, entre muchas otras razones, en el hostil entorno internacional caracterizado por la asimetría comercial, el endeudamiento externo y la más implacable competencia. Los países subdesarrollados de hoy tienen además la desventaja de que están ante la imposibilidad moral y fáctica de acudir al <colonialismo como factor de explotación, acumulación y desarrollo, según lo hicieron en su momento los países que lograron despegar.