Expresión política de aplauso o respaldo a una persona o a una tesis. Se la usa con mucha frecuencia en la controversia política. Fue conocido el grito de "¡arriba España!” que emitían los falangistas en los tiempos de la guerra civil española. Durante la guerra civil Franco terminaba siempre sus discursos y proclamas con un "¡arriba España!”. "Arriba” fue también el nombre del periódico semanal de la Falange Española, cuyo primer número apareció el 21 de marzo de 1935 bajo la jefatura nacional de José Antonio Primo de Rivera. Durante la guerra civil española (1936-1939), en el asedio al Alcázar de Toledo, cuando las tropas republicanas tomaron prisionero al hijo del general José Moscardó y amenazaron con fusilarlo si su padre no rendía la fortaleza, dicen que éste rechazó el ultimátum y dijo al teléfono a su hijo Luis: “Quieren negociar mi rendición con tu vida. Grita 'arriba España’, hijo, y muere como un héroe”.
El origen histórico de las palabras "arriba” y "abajo” debe encontrarse en la Convención francesa de 1792 durante la implacable lucha parlamentaria entre los jacobinos y los girondinos. Los primeros, bajo el liderato de Dantón, Marat y Robespierre, pugnaban por llevar la revolución hasta sus más radicales consecuencias. Querían guillotinar no sólo las testas coronadas de Luis Capeto y María Antonieta sino también el sistema monárquico. Los girondinos, al mando de Condorcet y Brissot, más moderados, tenían otra óptica de la revolución. Pensaban que era posible y conveniente conciliar los postulados revolucionarios con algunas instituciones monárquicas. Esto produjo encendidas pasiones en el seno de la Convención. La discusión sobre el destino del rey fue tormentosa. Cuando un orador subía a la tribuna para defender al monarca, los diputados que ocupaban los lugares de ”la izquierda” de la sala prorrumpían en insultos y en gritos de que "¡baje de la tribuna!”. Igual cosa acontecía con los oradores que acusaban al rey y proponían la pena de muerte. Los diputados "de la derecha” arremetían contra ellos y les pedían que bajen del estrado. Cuando los bandos querían que alguien hablara, los gritos en cambio eran "¡arriba!”, para que el aludido ascendiera al podio. Así transcurrieron las tempestuosas sesiones de la Convención, entre los "abajos” y los "arribas” de condenación o de aplauso a los protagonistas de los duelos verbales, y a veces también físicos, entre quienes tenían en sus manos el destino de Francia después del triunfo de la revolución.
Tal fue el origen histórico de estas expresiones que aún se usan en la vida política para expresar apoyo a una persona o a una idea o para rechazarlas. Al comienzo ellas estuvieron referidas a la tribuna de los salones de sesiones. El “abajo” significaba que el orador debía abandonar el estrado mientras que el “arriba” era una invitación que formulaba la audiencia para que lo ocupara. Después estas expresiones devinieron en una forma de aplauso o de condena a los protagonistas de la vida pública.