En su sentido amplio y originario, se denominó “el aparato” a la burocracia de los partidos políticos cuando, a comienzos de siglo, dejaron ellos de ser “asociaciones de notables” y se convirtieron en partidos de masas. Esto ocurrió especialmente con los partidos obreros europeos, en los cuales se “profesionalizaron” las tareas administrativas, se crearon sistemas de cotización popular y se estableció una apretada organización de base, hasta el punto que se convirtieron en “máquinas políticas” y tuvieron que adoptar, en consecuencia, un estamento burocrático —profesional y remunerado— al que se llamó “el aparato”. Así ocurrió con el parteiapparat de la >socialdemocracia alemana y de otros partidos obreros de masas de principios del siglo pasado.
La palabra dio vueltas. Sufrió modificaciones semánticas. Adquirió connotaciones negativas por la suplantación de las instancias democráticas. Y finalmente terminó por designar al pequeño pero influyente núcleo de funcionarios profesionales y permanentes que en los partidos comunistas —y, por extensión, en otros partidos de corte vertical y autoritario— fueron los que tomaron las decisiones de la organización.
Los miembros del aparato estuvieron ubicados en la parte media de la pirámide, entre la base de militantes fieles y disciplinados, deseosos de recibir directivas, y el vértice de los líderes que inspiraron y orientaron al partido. Por su ubicación y por el permanente y sistemático trabajo partidista, la influencia del aparato fue creciente. Pero, al mismo tiempo, sus miembros engendraron poco a poco sus propios intereses, establecieron distancias con las bases partidistas y bordearon los mecanismos democráticos, por lo que la militancia y la opinión pública generaron contra ellos fuertes reacciones.
En los países comunistas, con el nombre de apparatchik se designó indistintamente a los funcionarios del “apparat” del Estado y a los del partido, dado que en ellos la estructura orgánica partidista y la estatal se confundieron en todos los escalones y los funcionarios del partido fueron, al mismo tiempo, los funcionarios del Estado.
Los apparatchik, por lo general, actuaron al margen del conocimiento y la voluntad no sólo de la colectividad en su conjunto sino de las propias bases partidistas.
El fenómeno que se produjo en aquellos países fue el de la suplantación sucesiva en virtud de la cual el partido tomó el lugar de la clase, el aparato el lugar del partido y los dirigentes el del aparato, con lo cual una pequeña y encumbrada >camarilla burocrática fue la que, al final de cuentas, tomó las decisiones en nombre de una clase social totalmente ausente del proceso.
De este modo surgió una nueva “clase explotadora” en las sociedades comunistas. Esa clase fue la burocracia, al decir de Djilas. Ella es —afirmó él hace cuarenta años— “la que usa, administra y controla oficialmente tanto la propiedad nacionalizada y socializada como la vida entera de la sociedad. El papel de la burocracia en la sociedad, es decir la administración monopolista y el control de la renta y los bienes nacionales, le da una posición especial privilegiada”. Y añadió: “La propiedad no es sino el derecho al beneficio y la dirección. Si se definen los beneficios de clase por ese derecho, los Estados comunistas, en último análisis, han visto el origen de una nueva forma de propiedad, o de una nueva clase gobernante y explotadora”.
Aunque su uso era habitual en los países comunistas, el término “apparatchik” se difundió ampliamente por los países occidentales en los años 50 del siglo anterior con la publicación del libro “La Nueva Clase” del político y escritor yugoeslavo Milovan Djilas (1911-1995). En Europa aún se utiliza la palabra, con sentido peyorativo, para referirse a los burócratas incompetentes del Estado dotados de poder y de influencia.