Se designa con este nombre —que no consta en el diccionario de nuestra lengua no obstante haber sido aceptado por los geógrafos desde 1889— al continente helado formado en torno al polo sur del planeta, aproximadamente a partir del paralelo 60 del hemisferio, sobre el cual varios países han reclamado derechos territoriales desde comienzos del siglo anterior, a título de descubrimiento, ocupación, contigüedad geográfica, “defrontación”, accesión, proximidad, afinidad geológica, influencia ecológica u otras invocaciones.
La Antártida tiene una extensión aproximada de 13,2 millones de kilómetros cuadrados cubiertos casi en su totalidad por hielo permanente y está rodeada por el Océano Glaciar Antártico. En ella se acumula el 95% del hielo del planeta. Es una región completamente deshabitada, salvo la presencia temporal de los investigadores científicos provenientes de diversos países.
Fue descubierta por el cazador de focas inglés Nathaniel Paldrier a comienzos del siglo XIX. Pero por sus inhóspitas condiciones para la vida humana es el continente menos explorado y conocido. Sin embargo, los científicos suponen que es muy rico en hidrocarburos y otros minerales. Su importancia, por tanto, es fundamentalmente de orden económico, científico y estratégico. Esto explica el interés de algunos países por marginarse en ella proyecciones territoriales de carácter soberano y el afán de otros de “internacionalizarla” y convertirla en patrimonio común de la humanidad.
El continente antártico es administrado bajo un régimen de cooperación multilateral en virtud del sistema del tratado antártico, que dispone su uso con fines exclusivamente pacíficos, la protección del medio natural y la investigación científica.
Desde la década de los 80 ha crecido el interés internacional sobre esta parte del planeta, no solamente por consideraciones científicas y estratégicas sino también económicas. Se han encontrado en ella unas cien especies de peces, ocho especies de ballenas y 40 especies de plantas. Las aguas que la rodean producen una gran cantidad de fitoplancton para la sustentación de la vida marina. Hay indicios de la existencia de varios minerales, entre ellos petróleo en su plataforma continental. Se habla de 50.000 millones de barriles de reservas, o sea el equivalente al 15% de las del Oriente Medio. Tiene un ecosistema único. Raras especies habitan en sus hielos y rocas.
Me parece que, por estas consideraciones, la Antártida será en un futuro cercano materia de intensas controversias internacionales.
Por lo pronto, está en vigencia el Tratado Antártico, celebrado en diciembre de 1959, que ha establecido ciertos principios de regulación sobre esta zona polar y ha congelado temporalmente las reivindicaciones territoriales de los Estados.
El Tratado Antártico entró en vigencia el 23 de junio de 1961, después de que fue ratificado por los doce Estados que lo suscribieron originalmente: Argentina, Australia, Bélgica, Chile, Estados Unidos, Francia, Japón, Noruega, Nueva Zelandia, Reino Unido de Gran Bretaña, Sudáfrica y la Unión Soviética.
Después se incorporaron otros Estados, sea como miembros consultivos, si acreditaron investigaciones científicas importantes sobre la zona, o como miembros adherentes.
Este instrumento internacional proclama, en el orden de los principios, que nadie puede reclamar derechos de soberanía sobre la zona polar ni emprender en la explotación de sus recursos naturales, suspende el curso de las reivindicaciones territoriales existentes y prohíbe la formulación de nuevas, afirma que la Antártida sólo podrá ser utilizada con fines pacíficos, veda todo tipo de operaciones militares, establece la libertad de investigación científica y el libre intercambio de la información.
Con fines ambientalistas, en 1991 se suscribió en Madrid un protocolo complementario del tratado, en el cual se prohíbe la explotación de los recursos minerales de la zona polar por cincuenta años, a menos que por unanimidad los Estados miembros decidieran otra cosa.
De este modo han quedado postergadas las aspiraciones de algunos Estados de ejercer derechos territoriales sobre el continente antártico.
Muchos países han enviado allá expediciones científicas. Hay un gran afán internacional por investigarlo. La “cuestión antártica” ha surgido recurrentemente en la agenda anual de la Asamblea General de las Naciones Unidas. En 1983 ella recomendó al Secretario General realizar un “estudio objetivo de todos los aspectos de la Antártida” y en múltiples ocasiones los Estados miembros han pedido a la Organización Mundial que tome medidas para la conservación de las riquezas naturales de esa parte del planeta.