Es el conjunto de tácticas usadas por los movimientos rebeldes y revolucionarios para generar las condiciones subjetivas en la gente y el clima social propicio para la insurgencia popular. La agitación se dirige a crear un estado de conciencia en las masas mediante emisiones radiales, hojas impresas, inscripciones murales, publicaciones periodísticas, mítines callejeros, movilizaciones o cualquier otro medio de propaganda. Su objetivo es crear una conciencia verdadera o falsa de la situación, causar inquietud, turbar los ánimos y generar tensiones sociales destinadas a explosionar en un momento dado.
Por tanto, las tareas de agitación cumplen varias finalidades tácticas: informar, suscitar inquietud, exacerbar los ánimos y crear motivaciones para la acción. En otras palabras: preparar las condiciones subjetivas para un curso de acción determinado. Toda acción política —una movilización de masas, una huelga obrera, la toma de un edificio público, el alzamiento armado— requiere la concurrencia de condiciones objetivas y subjetivas. Las objetivas son las que arroja la realidad social y están dadas por su régimen político, las relaciones de producción e intercambio de los bienes y servicios, la distribución del ingreso, los privilegios minoritarios, las disparidades sociales, el régimen de salarios, la pobreza de la gente, la falta de oportunidades de trabajo, la inseguridad social. Forman parte de las condiciones objetivas la opresión política y la injusticia social. Si ellas no existen se dice que no hay “condiciones objetivas” para un movimiento político de masas. En tanto que las condiciones subjetivas son la reacción anímica de los hombres ante ese orden de cosas. Reacción que puede alcanzar altos grados de insatisfacción y de irritación que les conduzcan a la decisión de luchar por la supresión del orden social y su reemplazo por otro.
Consiguientemente, las condiciones subjetivas son la reacción anímica frente a las condiciones objetivas. Para que el hecho político se dé han de concurrir las dos condiciones. Y es la agitación la que contribuye a que los pueblos cobren conciencia de su calidad de vida y de las diferencias con otros sectores de la sociedad, se indignen por ello y se resuelvan a actuar. En consecuencia, todo proceso revolucionario requiere un movimiento de agitación, promovido por los partidos que impulsan el cambio fundamental de las formas de organización de Estado. Los partidos comunistas, siguiendo las orientaciones leninistas, siempre tuvieron agitadores profesionales que supieron manejar los sentimientos populares, agudizar la >lucha de clases, acentuar las contradicciones sociales y cumplir el papel de insubordinación política. Los propios partidos son “vanguardias” de la clase obrera, encargados de inspirar y dirigir el proceso insurreccional. Con frecuencia las masas no ven claramente las causas de la injusticia. Están mal informadas. Son objeto de >manipulación por las clases dominantes y sus aparatos de concienciación. La agitación, en tales circunstancias, a través de la contramanipulación, trata de formar en las masas una conciencia subversiva con relación a la situación prevaleciente.
Lenin solía distinguir tres grados en la tarea de comunicación de los activistas políticos con la masa: el trabajo teórico, la propaganda y la agitación. A diferencia de los países occidentales, en la Unión Soviética y entre los marxistas la actividad agitadora era laudable y las palabras agitación y agitador tenían una connotación positiva.
La agitación y la >propaganda son técnicas de comunicación diferentes. La agitación es para las masas y la propaganda para los cuadros. La agitación se dirige primariamente a la base social —gremios obreros, comunidades campesinas, grupos estudiantiles, familias, vecindarios— en tanto que la propaganda apunta a los cuadros dirigentes, a los comunicadores y a los líderes de opinión. Por tanto, la agitación utiliza un discurso extremadamente simplificado, coyuntural y de corto plazo. La simplicidad, la superficialidad y la actualización son sus características esenciales. Se vale de las consignas y acude a los ejemplos concretos y a los elementos más objetivos y visibles de la situación para convertirlos en los factores impulsores de la acción. El propósito es que la palabra revolucionaria se convierta en acción revolucionaria. La propaganda, en cambio, es la instrucción teórica a los miembros de los cuadros partidistas y líderes de opinión. Su nivel de elaboración, sin ser académico ni mucho menos, es relativamente más alto.