Frase o sentencia corta, generalmente de carácter moral, con la que se adorna un escrito o un discurso. El humanista holandés Desiderius Erasmus Roteradamus (1466-1536) —mejor conocido como Erasmo de Rotterdam— publicó una serie de adagios y proverbios, principalmente extraídos de los libros hebreos y latinos. Y sus obras más importantes fueron “Elogio a la locura” (1511), “Adages” (1500), “Coloquios” (1522) y “De libero arbitrio diatribe sive collatio (1524).
Proviene del latín adagium y significa sentencia breve, generalmente de naturaleza moral, que enseña algo. Fueron célebres los adagios de Erasmo. Se diferencia del proverbio por su origen, puesto que el adagio procede de los pensamientos y de los escritos de los filósofos mientras que los proverbios vienen del pueblo, de la experiencia popular. Cervantes definió el proverbio como “la sentencia cierta, fundada en una larga experiencia”. En Francia se llamó proverbios a ciertas composiciones dramáticas en las que se desarrollaba una sentencia o refrán.
Algunos de los adagios y proverbios son muy antiguos. Recordemos que en 1559 el pintor Pieter Brueghel compuso un óleo sobre madera de roble, de 117 centímetros de alto por 163 centímetros de largo, que es una representación pictórica de cerca de cien proverbios flamencos de su época, en que aparecen muchos de los adagios y proverbios que, traducidos a varios idiomas, se usan en la vida cotidiana de nuestros días, como “nadar contra corriente”, “armado hasta los dientes”, “echar rosas a los cerdos”, “el pez grande se come al chico” y muchos otros.
El cuadro del pintor flamenco se exhibe en el Staatliche Museen zu Berlin-Gemäldegalerie de la capital alemana.