oratoria académica
Es profunda, reposada, elegante, de gran rigor lógico y tiene la exacta medida de la extensión y comprensión de los conceptos.
Ella se luce en la cátedra, los foros, el parlamento y las salas de conferencias.
El célebre orador clásico español Emilio Castelar (1832-1899) manejó maravillosamente bien el arte hablar en público, embellecer la expresión de los conceptos, convencer y persuadir y mover y conmover con la palabra. Y dijo:
“No hay espectáculo semejante al orador,
el cual debe ser a un tiempo filósofo, poeta, artista,
músico, táctico, cuyo poder sobrenatural es uno de
los misterios más profundos del espíritu”.
Y la historia ha contemplado admirables oradores de diferentes signos ideológicos:
Pericles ejerció la dictadura de la inteligencia y elocuencia en Atenas.
Demóstenes fue considerado el mayor de los oradores del mundo antiguo, Julio César fue también uno de los brillantes oradores de la Antigüedad, Cicerón brilló como elocuente tribuno de su tiempo y el Cristo histórico debió ser un convincente orador.
En la modernidad, Jacques Bénigne Bossuet (1627-1704), prelado católico francés, fue uno de los más grandes oradores de púlpito en Francia. Y fueron notables sus panegíricos y sus sermones en la lucha contra el Protestantismo.
El Primer Ministro de Gran Bretaña William Pitt, Conde de Chatam (1708-1778), fue un orador profundo y enérgico que se convirtió en el portavoz de la oposición whig durante el gobierno de Sir Robert Walpole (1721-1742) en Inglaterra.
Honoré Gabriel Riqueti, Conde de Mirabeau (1749-1791), fue un orador elocuente y apasionado en la Asamblea Nacional durante la Revolución Francesa, al igual que Maximiliano Robespierre (1758-1794).
Napoleón (1769-1821) fue brillante en sus enardecedoras <arengas a los soldados para infundirles valor épico.
Y el Presidente de Estados Unidos Abraham Lincoln (1809-1865) hizo discursos inolvidables.
Según el Diccionario Castellano, la retórica es, en su más alto sentido, el “arte de bien decir, de embellecer la expresión de los conceptos, de dar al lenguaje escrito o hablado eficacia bastante para deleitar, persuadir o conmover”.
Y la oratoria es, sin duda, una poderosa herramienta de persuasión, que ofrece autoridad moral, coherencia y objetividad.