El término “disnomia” —que no consta en el Diccionario castellano— significaba en la mitología griega desorden civil, ilegalidad y trastornos sociales. Y era considerado demoníaco, puesto que traía el trastorno, el desbarajuste y la ilegalidad en el orden social.
Los helenos promovieron una importante cultura, que se implantó en la Península de los Balcanes desde el año 1100 (a.C.) hasta la invasión dórica en el año 146 (a.C.), donde levantaron varias “polis“ —o sea pequeñas ciudades autónomas con territorio y gobierno propios— habitadas por ciudadanos libres y por esclavos que carecían de libertades y derechos. En las acrópolis amuralladas de su tiempo, levantadas en puntos geográficamente altos —Atenas, Esparta, Troya y otros—, se construyeron imponentes edificios de uso comunitario en torno a sus respectivas ágoras, o sea a las plazas públicas donde se desarrollaban las asambleas populares, en las cuales se expresaban con entera libertad las opiniones, las críticas y las prominentes aspiraciones de los ciudadanos.
Los griegos y su cultura tuvieron mucha influencia sobre los romanos y aportaron con las bases y valores de la denominada “civilización occidental” a lo largo de la geografía y de la historia, aunque más tarde fueron dominados militarmente por el viejo Imperio Romano. Pero como la cultura griega fue seminal, es decir, perteneciente a la semilla, venció los obstáculos, las imposiciones y las trabas, se proyectó en el curso de los tiempos y erigió formas y modelos de organización social que se proyectaron a lo largo de la geografía y de la historia.
Y fue el político, estadista, legislador, reformador y poeta griego Solón de Atenas (640-558 a.C.) —uno de los siete sabios de Grecia— quien, entre los antiguos, puso el mayor interés en desarrollar el concepto de eunomia, en el marco de la democracia ateniense, para beneficiar a los ciudadanos y liberar a los campesinos.
También Licurgo —legislador de Esparta que vivió alrededor del siglo VII (a.C)— contribuyó grandemente a elaborar la célebre Constitución espartana que subordinó los intereses privados al bien público, impuso la sobriedad en la vida privada y confió a la autoridad pública la educación de la juventud.