Es la oferta que, de su fuerza laboral, hace el trabajador manual. Manual, del latín manualis, es lo que se ejecuta con las manos. Por tanto, mano de obra es la oferta de trabajo manual de los obreros en una economía durante un período determinado. Comprende a los trabajadores que laboran por cuenta ajena en los tres sectores clásicos de la economía: el primario, el secundario y el terciario. Es decir, a quienes trabajan en las faenas agrarias, ganaderas, extractivas, de caza y de pesca; a quienes prestan sus servicios en la industria, la producción de energía eléctrica y, en general, las actividades de transformación; o a quienes laboran en el comercio, la banca, las finanzas, los seguros, el transporte, la administración, la informática, los servicios profesionales, la publicidad, el “marketing” y una muy amplia gama de servicios.
Consecuentemente, la mano de obra representa una parte de la >población económicamente activa (PEA), puesto que ésta comprende a toda clase de trabajadores, tanto a los intelectuales como a los manuales. La PEA engloba a empresarios, funcionarios, empleados, profesionales, intelectuales, artistas, profesores, deportistas profesionales, trabajadores por cuenta propia, obreros, trabajadores del campo, peones, jornaleros, mineros, artesanos, pescadores, motoristas, trabajadores del sector informal de la economía y, en general, a todos aquellos que se dedican a la producción de bienes y servicios económicos. El concepto de mano de obra se refiere únicamente a la oferta que, de sus servicios personales, hacen los trabajadores predominantemente manuales.
Pueden distinguirse dos géneros, por lo menos, de mano de obra: la calificada y la no calificada. La primera comprende cierto tipo de destrezas, que suponen un proceso de aprendizaje y experiencia. La que ofrece el obrero especializado, por ejemplo, es una mano de obra calificada. El manejo de ciertos equipos industriales, de máquinas de diverso género, demanda una mano de obra calificada. Ella es mejor remunerada. El proceso de desarrollo industrial ha diversificado este tipo de trabajo. La otra es la genérica, que no requiere mayor aprendizaje ni conocimientos especiales. Está al alcance de cualquier persona de educación elemental. Y su remuneración es menor que la de los trabajadores calificados.
En los países subdesarrollados se hacen consistentes esfuerzos de capacitación de la mano de obra para elevar su rendimiento en el proceso productivo y mejorar los ingresos de quienes la prestan. En ellos no cesa de crecer la llamada <economía informal, a cuyas actividades se incorporan las personas que, por su falta de preparación, ofrecen una mano de obra no calificada que es usualmente desechada por el sector formal de la economía. Las actividades informales se desenvuelven al margen de la ley, no sólo porque al Estado le resulta imposible controlarlas sino también porque a los actores de ellas les saldría muy oneroso cumplir los mandatos legales —registro de su actividad, pago de impuestos, patentes, regulaciones laborales y de seguridad social, etc.— puesto que los costos de obedecer las leyes excederían los beneficios que obtienen de su trabajo. En tales circunstancias, estos actores económicos se mantienen fuera de la ley.
En los países desarrollados, en cambio, cada vez aparecen nuevas generaciones de robots inteligentes, capaces de ver y de sentir al tacto, que sustituyen al ser humano en muchas de sus faenas productivas, especialmente en las repetitivas y aburridas, que envilecen la inteligencia, y en las que entrañan peligro o demandan extremada precisión.
Esta moderna “mano de obra” electrónica baja los costes de producción y aumenta la productividad de las empresas. Adicionalmente tiene otras ventajas para los agentes empresariales: no se cansa, no se enferma, no duerme ni se alimenta, no goza de vacaciones, no pide aumento de salarios ni hace huelgas. Pero, en cambio, desplaza a la población económicamente activa y afecta el nivel general del empleo.